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La excavación de cuevas artificiales está presente en Tenerife desde finales del siglo XV; tanto en los repartimientos de tierra realizados después de la conquista como en otras fuentes documentales del siglo XVI, aparecen referencias a cuevas labradas o excavadas aunque no siempre eran utilizadas como vivienda: “Cuevas <<horadada>>, aparecen repartidas por diversas zonas y es común encontrarlas sirviendo de linde o referencia para los repartimientos de tierra (...) había cuevas horadadas al menos en Taoro, Heneto (Geneto), Tegueste y Güímar”1. La técnica de construcción de éstas podría proceder de los aborígenes de Gran Canaria, muchos de los cuales se afincaron en Tenerife después de la conquista: “es interesante desta car la evidencia del asentamiento de canarios en todas las zonas apuntadas. En este sentido, las datas (...) al hacer referencia al topónimo << cueva horadada > > tienen como beneficiario o están relacionadas por lindes con naturales de Gran Canaria”2. Hay constancia de la existencia de este tipo de cuevas anteriores, antes de 1500, apenas finalizada la conquista, y precisamente en Tegueste: en 1497 se le concede a Juan de Almansa una “cueva foradada” en dicho lugar, y en 1508, el aborigen de Gran Canaria Pedro del Hierro tenía en el barranco de Tegueste, ya hechas y reparadas, dos cuevas.
En cualquier caso, casi todas las cuevas construidas a finales del siglo XV y principios del XVI son de aborígenes, ya sean guanches o canarios. En los documentos de la época, no siempre se especifica si la cueva es natural o excavada. Muchas estaban destinadas a usos generalmente relacionados con el mundo de la ganadería (corrales, queserías): “Dos cuevas, la una donde ordeñáis de invierno” “la cueva en que vos queseáis (hacéis queso)”3 Ampliar información en el fichero adjunto
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